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lámpara genio

«Sólo descubrimos el mundo que buscamos.»
—Henry David Thoreau

Para Carlos, que sí sabe escucharse.

Me salta mucho a la vista últimamente la importancia de las preguntas, de tener claro ¿qué quiero saber?, ¿qué quiero experimentar?, ¿qué quiero aprender?, ¿qué quiero aportar? Y luego, contrastar esas preguntas con la de… Y, ¿qué necesito?

Esto me vino a la mente justo ahora, porque alguien me compartió una experiencia mística, en la que tuvo la sensación de estar recibiendo un mensaje directo de Dios a una pregunta que él había planteado. Cuando me lo contó, realmente me quedé un poco inquieta pensando: “Si yo tuviera una experiencia así, si se me apareciera una deidad o el genio de la lámpara maravillosa y me dijera: «Pide un deseo», realmente no sabría qué decir”. 

¿Cómo deseaba antes?

Cuando era niña esa pregunta la podía responder con gran facilidad, sabía perfectamente qué juguete quería tener. Asunto resuelto. De adolescente la cosa se complicó, porque ya tenía sembrada la semilla de la utopía, quería paz para el mundo, justicia social, equidad de género, y con los años las causas se siguieron sumando. ¡No había manera de elegir solo uno de esos deseos! En todo caso, aquí veo un movimiento de los deseos de mi ego –de pensar solo en mí–, a los deseos menos egoístas propios del idealismo juvenil. Pero también veo un sentido claro en esto.

 

¿Cómo deseo hoy?
Hoy, comienzo a sentir que regreso sobre mis pasos en ese camino, pues mis pensamientos –ante la posibilidad de obtener, por arte de magia, por un milagro o por cualquier otro método misterioso, un deseo profundo– van de nuevo mucho más en torno a mi persona. Supongo, desde mi imaginación porque no lo sé a ciencia cierta, que esta tendencia irá incrementándose con los años por delante en mi vida. Conforme se acumule la experiencia y, ojalá, algo de sabiduría.

Hoy tengo mucha más conciencia en cuanto a las necesidades del mundo que cuando era una niña; también tengo menos idealismo que en mi temprana juventud. Sigo deseando que los grandes problemas de la humanidad encuentren una solución, que la encontremos nosotros, sus protagonistas. Pero también he descubierto que, aun cuando sigo considerándome una persona con vocación social, a veces caigo en el cinismo o la desesperanza, y pienso que en realidad no hay mucho remedio. O bien, en los días más optimistas, que son los que más me gustan, me doy cuenta de lo inútil de desear que esos anhelos se cumplan y que yo pueda contribuir a ello si no atiendo primero mis propias necesidades –y algunos anhelos–, para entonces tener las herramientas, la energía, la claridad mental, e incluso la compasión para sumarme con interés genuino a ser parte de las soluciones.

Cambio de sentido

Y ahí es donde pensar en “qué deseo”, “qué necesito”, cobra una importancia mayúscula. En principio porque, en el mejor de los casos, esas dos preguntas se vuelven polos opuestos de un espectro. Pero también, en los días menos luminosos, porque no soy capaz de responder realmente a ninguna. Me doy cuenta de que emociones tales como el-miedo-que-paraliza o condiciones como la-zona-de-confort, pueden adormecer mi músculo de los deseos, y ocultar mis necesidades en la neblina de la incertidumbre o del letargo de la certeza. De nuevo dos polos.

Y entonces comienzo a sentir una gran necesidad de aire, de cielo abierto, de soledad, de silencio, para escuchar mi propia voz; no la de ninguna deidad o genio, sino la mía, la que ha perdido el volumen y se ha vuelto un susurro por tanto mantenerla a raya. 

Metadeseo

Hoy, el único deseo que siento genuino es saber qué quiero de verdad, qué necesito de verdad y de qué manera eso puede ayudarme a contribuir, ya no a los grandes ideales de la humanidad, sino a mi propio entorno que es, desde mi perspectiva, el primer paso para emprender un camino con sentido a la utopía.

¿Por dónde comenzar?

Aquietémonos, guardemos silencio, reencontrémonos con la naturaleza, dejémonos tocar por la sensación de gratitud que da mirar la bóveda celeste o sentir el susurro del viento. Hagámoslo simple. Respiremos, estemos atentos a la experiencia. Sintamos, por unos instantes sintamos, dejemos de pensar. Y hagámoslo a menudo. Esto crea las condiciones para un encuentro realmente mágico: el encuentro con nosotros mismos, que tenemos todas las respuestas.

1 comment on “¿Sabrías qué pedirle hoy al genio de la lámpara maravillosa?

  1. Es fundamental saber que es lo más importante en nuestra vida.
    Saber cuál es nuestro deseo más grande resulta difícil decidir porque toda elección significa una pérdida.
    Por lo que el primer paso es aprender a pedir con toda claridad y detalle.
    Saber como hacer una sola petición que englobe y satisfaga todas nuestras aspiraciones.
    Pensar y sentir en nuestro interior con firmeza y seguridad lo que deseamos verdaderamente,
    para después expresarlo con una gran emoción al momento de visualizarnos viviendo ya lo que hemos pedido.
    Dice la bienaventuranza.
    “Busca y encontrarás
    Llama y se abrirá
    Pide y se te dará.”
    Frotemos la lámpara maravillosa.
    Suerte.

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